Así da la noticia el diario independentista vasco, vocero de ETA: Fallece tiroteado en Azpeitia uno de los propietarios de la empresa Altura y Uría (adjudicataria de las obras del TAV). Un lenguaje tan falso como éste y a la vez acusatorio y procaz ha tenido vía libre durante cuatro décadas en Euskadi. Y muchísimos se han acomodado a él. Su inmoralidad ha ido inmoralizando a muchos y uno de sus resultados ha sido el crimen y el silencio ante el crimen. Añadamos el lenguaje de algunos políticos relevantes, por ejemplo, el de Ibarretxe. Ha vuelto a hacer aspavientos, incluso digitales y braciales, tras el crimen, animando a condenar, perseguir, detener y juzgar a los terroristas -cito, según su diario oficial-, pero también a tener un compromiso en construir la paz, porque es la mejor inversión. Construir la paz significa, como es bien sabido, para él conseguir el derecho del pueblo vasco a decidir, es decir, la autodeterminación, primer objetivo de ETA. Asi que, mientras con una mano parece querer, al menos, juzgar a la banda, con la otra, se le anima a continuar. Y, por si alguien quiere más, EA y Aralar han formado hasta ayer mismo el equipo de gobierno con ANV (HB-ETA) en la alcaldía de Azpeitia, tras arrebatársela al PNV, mayoritario en la localidad. Tiene que haber, por lo visto, un nuevo crimen en cada uno de los municipios donde colaboran con el brazo político de ETA para que estos dos partidos, que se ufanan de democráticos, se planteen, y no siempre con resultados positivos, como ocurrió en Mondragón, abandonar la coalición con los terroristas. Un nuevo crimen. Unas viejas causas.