Un nuevo tipo de cultura

La buena educación occidental de antaño contemplaba la literatura e historia griegas y latinas, así como la Biblia, como base de todo lo demás. A los clásicos de cada país añadía unos cuantos europeos de fama mundial, entre los que no faltaba Cervantes, y alguno de otros continentes. Europeos, americanos o procedentes de cualquier parte, podían encontrarse y comprenderse muy bien; compartían una misma cultura y tenían referencias comunes y cercanas, y al fondo una historia universal de lo mejor creado por la la mente humana, que les unía como colegas y socios del mismo mundo. Esto ya no existe: «El griego y el latín están desapareciendo. En muchos países la Biblia y la religión ya no se estudian.(…) Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia (…), pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia… Haber recibido una educación sin nada de la antigua base humanista: imposible. Llamarse culto sin un fondo de lectura: imposible«. Lo dice nada menos que la escritora británica Doris Lessing, Nobel de literatura 2007 y Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2001. La educación humanista, como desarrollo integral de la persona, es una antigua y noble obsesión de esta intrépida mujer universal, autora de El cuaderno dorado y otras obras inolvidables. Ese fue el tema de su discurso al recibir en Oviedo ese premio español. Con ella estamos muchos de nosotros, convencidos de que una educación humanista es insustituible a la hora de no tener que lamentar cada día el ocaso de los valores axiales de lo que todavía se denomina, vergonzantemente, la civilización occidental.