Tarde fría y lluviosa (ya era hora) de diciembre. Como vengo haciéndolo casi todos los años, he ido a Javier, a la acción de gracias (misa, eucaristía) vespertina, en la fiesta de la muerte del santo. La capilla del castillo estaba casi llena. El jesuita, mayor, que ha presidido la celebración no parecía celebrar nada. Con una voz baja ha musitado o leído las oraciones, y ha leído, que no dicho una extensa homilía. Dos adolescentes han leído, no proclamado, muy mal las lecturas y un seglar adulto las peticiones. Ni una canción, ni una música.
Dios mío, ¿es esto una celebración? ¿es esto una acción de gracias? ¿es esto una fiesta? Más me ha parecido un ejercicio piadoso. Una novena. O un largo responso.
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
(Cuaderno de bitácora, 6 diciembre 2020)