Una exposición en el Guggenheim

Uno mi débil voz a la de las asociaciones de víctimas del terrorismo etarra, fundaciones cívicas y, sobre todo, familias de los asesinados, que están pidiendo a gritos estos días la retirada de la exposición de fotografías, instalada en el museo bilbaíno, «distorsionadoras de la realidad del terrorismo y del País vasco». Con la experiencia que tengo de otras exposiciones en Euskadi -comenzando por la permanente de la Casa de Juntas, en Guernica-, en Cataluña y en otras partes de España y de Europa, puedo decir que en las operaciones de manipulación, tergiversación y propaganda no suele ser lo peor lo que se dice y lo que se representa, sino lo que no se dice ni se representa, además de la forma de decirlo o presentarlo. Y así, por lo que cuentan los que ya han visto y padecido esa exposición y que merecen mi confianza, a los terroristas, que son a la vez independentistas vascos, se les llama «militantes nacionalistas»; no se hace visible el dolor causado por los atentados; a la guardia civil sólo se le presenta como prepotente y despótica; la única imagen popular  de una manifestación en el País Vasco es la de un grupo con el puño en alto y una ikurriña, etc. Los muy afectados por la muestra la han denominado «las fotografías del desprecio». – Como visitante habitual del museo Guggenheim, donde hace unas semanas visité la estupenda antología de Kiefer, no lo visitaré de nuevo hasta que se retire o termine esa exposición en curso, pésima manera de celebrar los diez años del museo, inaugurado por el rey Juan Carlos I de España. La verdad es que da un poco de grima y hasta de rabia  ver, mientras dura la protesta, callar y otorgar no sólo a los patronos fundadores, sino también a los patronos estratégicos del Guggenheim: la flor y nata del más alto capitalismo vasco y español, financiero, eléctrico, periodístico, aeronáutico… Qué falta de gratitud y de descaro en tantas personas bienestantes, que  han sufrido también directa o indirectamente el terror o pueden sufrirlo cualquier día!