No me extraña que esas mujeres jóvenes, rubias, altas, atléticas, sonrientes, bellas y ágiles como diosas, y sus compañeros no menos afortunados, en cualquier momento de su vida cotidiana, prendaran desde las películas, los carteles de los cines, de los teatros, de las calles y las plazas a los millones de soviéticos, pobres, trabajadores, sumisos, miedosos y suspicaces. Hoy nos prendan a nosotros, tras haber visto y oído el gran engaño, la gran patraña del progreso y el éxito del comunismo de la URSS, la fábrica de propaganda política del mundo durante decenios. Con el mismo título de esta bitácora la fundación Juan March ha abierto una exposición de dos centenares y medio de obras, objetos y documentos, procedente de dos museos estatales rusos, sobre la figura principal del realismo socialista soviético en tiempos de Stalin, Aleksandr Deineka (1899-1969), vanguardista constructivista, primero, y, después, agitador comprometido con la llamada construcción socialista del inmenso país, (entre la gran vanguardia rusa (Malevich, Ródchenko…) y el postmodernismo (Kabakok, Bulátov…), que también fueron expuestos aquí en su día. Deineka y los que colaboraron con él y en torno a él, y todos aquéllos que los imitaron, también en los años 20 y 30, en toda Europa se entendieron a sí mismos como una vanguardia artístico-política al servicio de la utopía política, pero sobre todo, lo quisieran o no, al servicio de un formidable poder político totalitario, que se creyó demiúrgico y dominador de todos los demiurgos. Toda una aventura pictórica, que es lo que ahora nos interesa más, en un lugar y tiempo como aquéllos. Obreros, agricultores, deportistas, gentes del común… aparecen en estos cuadros, carteles -con frecuencia, monumentales-, o ilustraciones de libros y revistas como modelos sobre-humanos, de una idílica naturaleza y sociedad transformadas y transformadoras, ensoñadas y ensoñadoras, revolucionadas y revolucionadoras… Lo mismo en esos Obreros de choque y deportistas al mismo tiempo que en esas Trabajadoras textiles; en esas obreras con pala del cuadro La producción alimentaria, como en esa espléndida tiradora de disco en el cuadro propagandístico Trabajar, construir y no lamentarse, que alcanzó una tirada de 30.000 ejemplares en Moscú y Leningrado.- La trapisonda y la impostura política de un régimen totalitario y crue, en este como en otros muchos casos similares, no puede ni debe impedirnos el reconocimiento de una de sus expresiones artísticas, de su atracción y de su belleza, a pesar de haber servido a intereses impuros y humanamente degradantes.