Ven, Espíritu Santo,
desde el Padre y desde el Hijo,
y prosigue entre nosotros
la obra de Jesús:
airéanos,
sacúdenos,
renuévanos.
Danos aquella paz
que el Maestro repartía a sus discípulos,
soplando sobre ellos,
que es, según el célebre himno de Stephem Langton
in labore requies,
in aestu temperies,
in fletu solatium.
Y porque en lenguas de fuego
penetraste en tus discípulos y discípulas,
reunidos en torno a la Madre del Señor,
alúmbranos,
foguéanos,
remuévenos,
límpianos,
sánanos,
fúndenos,
endurécenos.
Tus siete dones, es decir,
tus infinitos dones,
recibidos del Padre y del Hijo,
danos hoy y danos siempre
por los siglos de los siglos.
Oh, comunión de amor,
Espíritu de amor inagotable,
oh, llama de amor viva,
oh, cauterio suave,
oh, regalada llaga,
acércanos aquel amor de Jesús de Nazaret
que tenía preparado para todos nosotros.