Leyendo al arzobispo aglicano surafricano Desmond Tutú, como homenaje póstumo, impresiona la frecuencia con que repite que toda reconciliación debe combinar verdad y perdón.
Y cuando lo leo, pienso sin querer en esos 379 asesinartos de la banda errorista ETA, sin resolver, cuya verdad de autoría no se conoce y, consecuentemente, su verdad de justicia tampoco. Son nada menos que el 40% de todos los cometidos por la banda. Trescientas setentas y nueve familias, que quieren y recuerdan a quien perdió la vida, pero todavía no saben quién se la robó tan trágicamente.
Creo que hemos dado muy poca importancia a este dato tremendo. Más tremendo aún, cuando nos enteramos de que la mayoría de esos crímenes han prescrito y sólo 65 de ellos podrían ser juzgados todavía. La comisión de Peticiones del Parlamento Europeo acaba de visitar España para informarse de estos crímenes desconocidos y olvidados, y dentro de unos días elaborará un Informe para ser votado, con sus conclusiones y recomendaciones. La presidente de esa Comisión ha declarado a los medios muy oportunamente: Las víctimas merecen que no se las humille más.
Hasta ahora, ningún terrorista se ha presentado y denunciado su propio crimen. Tampoco, que sepamos, ningún otro terrorista, que no fuera el autor, ha dado noticias de alguno de ellos. Ya sabemos que para ETA, en sus buenos tiempos, la delación estaba castigada con la pena de muerte. Y cuya prohibición era y es una de las consignas más severas en el Frente de los Presos.
Verdad y perdón. No puede haber perdón sin verdad.