Viendo el castillo de Ablitas

 

            Es uno de los primeros días de diciembre. Subidos a la terraza superior de la torre del Castiilo de Ablitas, recién restaurado, tras diez años de estudios y obras, hace un vendaval frio que pela, que nos pela, que nos levanta, que nos lleva. Apenas  tenemos tiempo para mirar la lejana cortina nevada de los Pirineos, los próximos montes de Cierzo, el Romero de Cascante, las viñas de la bodega Pago de Cirsus tomando toda la ladera de la pequeña colina, y el caserío viejo y nuevo de la villa, que un día, para bien y para mal, vivió del castillo. Asi que bajamos de prisa y corriendo y nos quedamos, sacudiéndonos el frío en la cámara del aljibe, en torno a la robusta columna central, sostén capital de la obra. Pero tampoco aguantamos mucho y nos quedamos en la terraza o descansillo inferior, al muy tibio sol de la mañana, esperando al guía que nos explique la obra de conjunto. Mientras tanto vamos viendo, bajo la plataforma del promontorio, unas estancias medievales conectadas entre sí y excavadas en la roca. En los taludes quedan restos de trasdosados y arranques de muros que formaron parte del recinto amurallado y de construcciones auxiliares del castillo. La reconstrucción, con el dinero de todos los navarros. se ha limitado por ahora a la recuperación de la estructuras del alambor, o refuerzo exterior, y del muro que configura la torre hasta la altura correspondiente a la cámara baja o aljibe (6´5 m.), ya que la altura total del edficio pudo alcanzar los 20 ó 25 metros por encima del aljibe.

La secretaria de la Asociación de amigos del Castillo, alma de la recuperación ya hecha y de lo mucho que queda por hacer, nos confía generosa sus afanes, proyectos y  entusiasmos. No menos demuestra tenerlos el guía local que, con su acento ablitero y su eruditísimo repertorio, no solo nos cuenta la historia del castillo, sino también la sus principales dueños, los agramonteses Enriquez de Lacarra, condes y señores de Ablitas y de tantos otros sitios, incluso en Ultrapuertos. Somos um grupo numeroso de visitantes, casi todos con gorros de todos los colores, bufandas y chaquetones. Difícil es seguir cualquier historia un poco larga, pero con el cierzo que ya tenemos metido en los huesos, mucho más. Lo que sacamos en limpio es que este castillo de Ablitas fue construido entre los siglos XII y XIV, aunque pudo haber habido alguna fortaleza anterior en manos de la morería. Fue declarado Bien de Interés Cultural en junio de 1985. Y hoy, propiedad del ayuntamiento de Ablitas, puede este enseñarlo con orgullo a todos los que quieran verlo. No para la gente de subir y de bajar. Todos con gorros.

Bajamos por el viejo y muy deteriorado barrio del Castillo, y recordando otro día de intenso cierzo frío, en que recorrimos la vecina calzada romana -uno de los pocos trozos seguros que tenemos en Navarra-, volvemos al término de Los Pozos donde se encuentra. Se trata de la Vía Ab Italia in Hispaniam: Tarraco-Asturica Augusta. Aunque situada, a la intemperie, cerca de tres viejos corrales, dos hileras de cipreses, con prestancia de legionarios romanos, rodean los 160 metros de calzada, defendida también del ganado por una valla de madera. Completan el cuadro un panel sobre la construcción de las calzadas, y una especie de falso miliario, con las distancias hasta las principales ciudades romanas hispanas. Casi hace tanto frio como el año pasado, cuando la volvemos a recorrer. Siguiendo los postes que significan las calzadas romanas -seguramente también vías o accesos a las mismas-, volvemos hacia la villa y yantamos a orillas de la laguna, de la que hablé aqui hace unos meses. Tras las siesta, siguiendo la señalización llevada a cabo por la Asociación Cultural Amigos de Cascante Vicus, vamos despacio, entre olivares, nuevos campos de olivos, alguna viña, acequias y algunas casetas de regadío, hasta la ciudad romana de Cascantum. Subimos de primeras al cerro del Romero, donde seguramente estuvo el castro celtíbero-berón (Kaiskat o Kaiskata), y luego ocupado por los romanos que trasladaron el poblado in planum, y fue la ciudad romana que fue: Civitas Romanorum, bajo la ley del Lacio.

La iglesia está, obviamente, cerrada. No hay apenas gente. Y desde aqui divisamos, a la penúltma luz del último otoño, la verde marea de los olivares, los cabezos, las colinas, la laguna… Y los vici navarros contiguos: Ablitas, Barillas,  Tulebras y Monteagudo.