(Del libro del mismo título (1970), de Paulina Crusat)
George Herbert (1593-1632)
¡Ay, mi Señor, mi Amor airado,
puesto que me amas, hiéreme!.
derriba, mas tiende la mano.
Y verás: yo te imitaré.
Me quejaré, pero alabando.
Con gemidos, te aprobaré;
y cada día, dulce y ácido,
entre lamentos, te amaré.