«Y tengo por mayor merced…»

 

          Y tengo por mayor merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos de oración; cuanto más que el verdadero amante en toda parte ama y siempre se acuerda del amado. ¡Recia cosa sería que  sólo en los rincones se pudiese traer oración! (…) Y créanme, que no es el largo tiempo el que aprovecha el alma en la oración, que, cuando le emplea tan bien en obras, gran ayuda es, para que en muy poco espacio tenga mijor disposición para encender el amor, que en muchas horas de consideración. Todo ha de venir de su mano. Sea bendito por siempre jamás.

         ( Santa Teresa de Jesús,  Libro de las Fundaciones, 16-17)